que me dice adiós,
es la vida la que reclama
una palma, unos dedos y un remo
ir debajo de mi rostro
ir navegando el maestro.
Como cuando escucho esa canción
banca de humedad clara
marca huellas lejanas,
la verdad no me engaña
como el ojo a la lágrima.
Y el maestro marcó su ruta
y luego cavó su gruta
hasta donde mis manos
estaban bien atadas
y sin preguntarme nada
se ensañó con mi alma
y mi amada carta
la surcí de amargura
con hilo y aguja.
Y en la orilla me quedé,
sin remo ni barco entré
a surcir mi gruta,
de esa quiero olvidarme,
esa que dejaste,
esa profunda.
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